martes, 8 de diciembre de 2015

Bartali, la leyenda del Schindler ciclista

“Buscando el bien de nuestros semejantes, encontraremos el nuestro”, Platón



"El bien se hace, pero no se dice", fue una de las lecciones más valiosas que dio a sus hijos Gino Bartali (1914-2000), uno de los mejores y más célebres ciclistas del mundo, quien cumplió la máxima al pie de la letra hasta la tumba. Fue hasta después de su muerte en el año 2000, cuando se conoció que, con ayuda de su fiel bicicleta, se jugó la vida para salvar a 600 judíos de la persecución nazi, una historia no tan conocida como la de Oskar Schindler, quien cobijó a unos mil 200 hebreos durante el Holocausto, o la de Nicholas Winton, el británico que desvió el destino de cientos de niños checos de los campos de concentración.

Por su carácter algo seco y su voluntad de hierro, a Bartali lo apodaban Ginettaccio, que podría traducirse como Gino El Malo. Era una especie de héroe nacional italiano, ya que conquistó tres Giros de Italia y dos ediciones del Tour de Francia… Sin embargo, nadie imaginaba que durante sus entrenamientos por las carreteras de su natal Toscana, transportaba escondidos en los tubos del cuadro de su bicicleta y debajo de su asiento, fotografías y documentos para fabricar identidades falsas, que usarían cientos de judíos para escapar del regimen nazi, en una misión que se prolongó dos años (entre 1943 y 1944).


Me estoy entrenando”, solía responder sin ningún titubeo a cualquier policía que osaba detenerlo e interrogarlo en los caminos secundarios de la Toscana y de Umbría, ya que en tiempos de guerra estaba prohibida cualquier competencia, pero no el entrenamiento. El Ginettaccio avanzaba por las carreteras con un jersey con su nombre, por lo que recibía hasta efusivos saludos de los soldados, que lo reconocían como una estrella deportiva. En general, a casi nadie le parecía inusual verlo rodando, ya que para 1943 había ganado su primer Tour de Francia (1938), un triunfo que incluso fue ampliamente explotado por la propaganda del régimen de Mussolini. ¿Quién en su sano juicio dudaría del ciclista consentido del dictador, además miembro de la Acción Católica?


Bartali fue también uno de los últimos representantes del ciclismo clásico, en el que la capacidad física y la tenacidad contaban más que la técnica. En crónicas para el Corriere della Sera, se le describe bebiendo vino tinto y fumando entre las etapas del Giro de 1949, algo impensable en la actualidad.

En toda su carrera, Bartali conquistó 91 victorias, lo que marcó su nombre en la historia del ciclismo. Sin embargo, tras la guerra lo persiguió la acusación de ser el deportista de los fascistas, aquél apoyado por Mussolini. A pesar de ello, no buscó defender su nombre y, en vez de eso, guardó silencio y mantuvo el secreto de su heroica hazaña. 

Fue muchos años después, en 2003, cuando se descubrieron varios cuadernos de Giorgi Nissim, el judío que orquestó la operación de salvamento de hebreos italianos. En los apuntes, se narra la operación de una red clandestina dedicada a preservar cientos de vidas, cimentada en las piernas de acero del ciclista.


En septiembre de 2013, Gino Bartali recibió el reconocimiento israelí Justo entre las Naciones y actualmente se considera héroe nacional de Italia. Post mórtem, el deportis fue condecorado públicamente por un triunfo más, aunque no de tinte deportivo: el de salvar el destino de 600 personas, que de otra manera habrían terminado su vida quizá en Auschwitz, donde murieron 5 mil 595 hebreos italianos.

Hoy, vale la pena replicar una enseñanza más que dejó el ciclista a sus hijos: “Ciertas medallas se cuelgan en el alma, no en la chaqueta”.

Queda por aquí una de las piezas compuestas por Ennio Morricone para la miniserie de televisión italiana dedicada al ciclista: Gino Bartali - L'intramontabile:





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