Salvador Figueroa González (1932-2016)
“Uno nunca debería participar buscando ser segundo o tercer lugar, sino siempre luchar por ser el primero”, es la máxima que el ciclista Salvador Figueroa González repetía a los más jóvenes de su familia y que se convirtió en uno de sus legados más importantes, tras su muerte el viernes 10 de junio, cuando fue atropellado por una enfermera de 24 años en Guadalajara, Jalisco.
El resultado de un peritaje salpicado de irregularidades: Él mismo se fue a estrellar con el coche de la joven..., –¿de verdad alguien podría creer eso?–.
Si la mujer iba hablando por teléfono o a exceso de velocidad, qué más da. La responsabilidad recayó sin más sobre el ciclista, al igual que la pesada lámina del automóvil que lo atropelló.
El día de su muerte, Salvador tenía 84 años. Sin embargo, su lucidez y fuerza física seguían admirando a más de uno.
Tras una vida de pasión por las bicicletas, continuaba haciendo mil sentadillas al día y salía a dar un paseo en dos ruedas todas las mañanas. No padecía enfermedad alguna, física ni mental. Estaba “totalmente lúcido” y “sano por completo”, de acuerdo con su sobrino Ricardo Magaña Figueroa, doctor en Ciencias Políticas y Sociales y académico de la misma Facultad en la UNAM.
La primera carrera, la corrió en una bicicleta de lechero... y la ganó. Fue el primero de muchos triunfos. Y durante décadas, nunca se accidentó.
Si de algo sabía Salvador era de bicicletas y de cómo “bien rodar”. En su juventud fue agente de ventas de Leika, Benotto y Raleigh. Su gran amor fueron las bicis, las motocicletas y los automóviles. Tanto, que una de las habitaciones de su hogar, en la capital jalisciense, la dedicaba sólo a atesorar al menos 60 trofeos merecidos al paso de los años.
Fractura
del cráneo –con el consecuente derrame cerebral–, ruptura de la
caja torácica, varias vértebras dislocadas, costillas rotas y una
pierna fracturada fue el resultado de su aciago encuentro con la
conductora aquel viernes de hace poco más de un mes.
¿A
qué velocidad debió haber ido para estrellarse con el coche e
inflingirse todas esas lesiones? Los peritos no lograron sacar una
conclusión lógica... Y tampoco se interesaron por conocer la
velocidad del automóvil... ¿Para qué?
Lo
único seguro, de acuerdo con los expertos, es que la joven enfermera
no es responsable y no debe pagar indemnización alguna.
“Pobres ciclistas, están indefensos en muchos sentidos. Mis respetos para quien se aventura a andar en bicicleta”, remata el académico.
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